EDITORIAL | La Chiva de Urabá
En la mayoría de los municipios, los alcaldes salientes dejaron atornillados a los amigos más cercanos, porque hasta en eso hicieron discriminación hasta el último minuto.
Pero dónde más se notó el daño de las finanzas públicas fue en Turbo y Apartadó, pues Arteaga y Abuchar actuaron, según lo entendido, por encima de la ley, en un claro daño a las finanzas de sus municipios, que ya de por sí entregaron con la olla fondada.
En Apartadó, el Alcalde Cañizález cree estar seguro, de acuerdo con los argumentos planteados por sus asesores jurídicos, que el decreto por medio del cual Arteaga Vargas sembró a sus amigos carece de validez, porque no tenía certificación de reserva presupuestal, lo que conllevó a echarlo para atrás a través de otro decreto.
Los empleados ilusionados con los puestos amenazan, como es lógico, con demandas ante los jueces laborales, y están en todo su derecho, pero ojalá no ocurra como en Turbo, que por el ‘quítate tú para ponerme yo’ le ha costado al fisco miles de millones de pesos que los alcaldes que crearon el desorden no tendrían de su pecunio para enfrentar las acciones de repetición que se deben entablar.
En Turbo, el Alcalde Maturana enfrenta una situación peor que la de Apartadó, porque en ese municipio dejaron, según sus propias denuncias, cerca de 100 cargos más en la nómina que no van a tener con qué pagar, y seguro que también responderán jurídicamente para amortizar el daño fiscal.
Está bien que los alcaldes entrantes actúen de acuerdo con la ley, respetando el debido proceso de los afectados, pero sobre todo que no hagan lo de Abuchar, que llegó reversando y demandando decisiones de su antecesor y se acaba de ir haciendo algo peor.