OPINIÓN | RAFAEL ROMAÑA «ROCO»
Llegó la hora de enterrar mi pasado y los pasados que me aten a ligeras circunstancias personales. Llegó la hora de caminar hacia el futuro agarrado de la mano de Dios y rodeado por el círculo afectuoso de quienes me aman y amo, sin olvidar que sigo siendo humano…
Llegó la hora de enterrar rencores para liberar mi espíritu de cargas tóxicas que no me dejan avanzar en paz, sin olvidar que en silencio y con la prudencia debida como humano también puedo odiar sin hacer daño, pero definitivamente odio odiar y en ese sentido mi alma pecadora se reserva el derecho de hacerlo…
Llegó la hora de enfrentar mis fortalezas y debilidades para lograr el equilibrio necesario que me dé tranquilidad al saber que son más las cosas buenas que me acompañan que las malas, pues no logran intoxicarme de perversidad.
Llegó la hora, sin delirios de grandeza, que dentro de mí puede esconderse un león rugiente o una paloma de la paz que vuele libre hacia la esperanza, para mi conciencia limitada prefiero la segunda…
Llegó la hora de aceptar que tengo amores escondidos que no alteraran la tranquilidad de nadie, pues no traspasarán las líneas del respeto y la prudencia, pues pertenecen a mi ego enamorado que solo yo sé cabalgar en esos afectos nebulosos…
Llegó la hora de reconocer que me fascina la política, aunque algunos politiqueros le hagan a esa ciencia humanística un giro desastroso, llegó la hora de aceptar que he pecado con el mundo, el demonio y la carne, y es posible que como mortal lo siga haciendo; es decir, quiero seguir siendo pecador, pues es inevitable en el mundo loco en que vivimos. Solo que deseo espiritualmente y con verdadera devoción cristiana que sea en menor escala. Hasta llegar a la limpieza del alma.
Llegó la hora de pedir perdón a los míos y a los otros, pero no quiero un perdón sobre la soberbia de creerme vencido. Quiero un perdón lleno de humildad. Alejarme del mundo no es posible, pues en él vivo, solo quiero soltar el lastre que no me deja balancear libremente en el océano del libre pensamiento. No quiero ser mejor ni peor que nadie. Solamente deseo vivir como Dios manda y aceptar humanamente lo que soy.
Llegó la hora de aceptar que hay otro gobierno en cabeza de Felipe Maturana y que otras caras lo acompañarán, y mientras esté legalmente constituido, como demócrata convencido lo acataré reservándome el derecho de opinar de acuerdo a las circunstancias.
Caras nuevas y otras no tan nuevas que en aras de su concepto político y honestidad ética debieron haber renunciado, pero a veces la conveniencia estomacal es más importante que los principios morales. No hablo como es natural y justo de mandos medios.
Las pandillas se acabarán cuando las madres de los niños les den de vez en cuando una pangá ante cualquier pataleta.
Con afecto de año nuevo, se las dejo ahí… Roco.