OPINIÓN | RAFAEL ROMAÑA «ROCO»
Hace poco estuve en la Bella Villa, donde la sonrisa aunque sea triste siempre es sonrisa, donde las torres modernas tocan el cielo y pareciera que la verde montaña estuviera suspendida en el espacio, y escribí un comparativo de aquí y de allá.
Añorando la choza humilde de allá, que por reflejo pareciera se hundiera en el cariñoso mar, y la montaña que baja a besarse con la playa donde la risa tiene sabor a brisa veraniega…
Medellín, donde la modernidad llega en tranvía y se dificulta respirar. Allá donde se respira libremente y sin tapabocas, pero el modernismo llega a veces en burro. Aquí donde la gente camina presurosa sin importar el problema de los demás, pues la necesidad de cumplir con sus jornadas los hace inmunes a los afectos. Allá donde se camina lentamente y nos conmueven los muertos jóvenes que aparecen en los potreros.
Aquí donde la noche se atropella y se vuelve silenciosa con las horas y se concilia el sueño a la carrera, allá donde a veces la noche se vuelve bulliciosa pero a pesar de todo se concilia el sueño lentamente…
Aquí donde la ciencia hace milagro todos los días, allá donde el milagro es que te evalúen médicamente como lo mereces, aquí donde transitan rostros hermosos ataviados con los últimos gritos de la moda, aunque nos parezcan escandalosos, allá en una sencilla falda se mueve un cuerpo hermoso que pone a suspirar la quietud cotidiana.
Aquí donde días se innova y aparecen obras monumentales. Allá donde se improvisa bien sobre el camino y aparecen monumentales comentarios descalificando a quien lo hace, aquí se encuentran zombis en la calle llenos de droga y pegante en su cabeza, allá los que se golpean la torre son amigables y hasta queridas personas…
Aquí en la ciudad se impone la rigurosidad en el trabajo y la cortesía en tiendas, oficinas y lujosos centros comerciales, allá nuestra idiosincrasia nos hace creer que debemos ser siempre tropicales. Aquí le pagan a plañideras para que lloren los muertos, allá creemos que a los difuntos hay que enterrarlos con una diatriba de recuerdos que se olvidan…
Aquí las luces de neón le dan chispa a la vida, allá el reflejo de la luna o las estrellas sobre las olas del mar nos hacen más sensibles y soñadores.
Yo aquí en medio de una pradera de cemento añorando las calles a veces empolvadas a las cuales amo, pues ellas conocen el sonido de mis pasos y al sonar de mi taconeo conocen de mis alegrías y tristezas.
Aquí estoy esperando esperanzas (sic), allá esperando en medio del cariño de mi gente esa esperanza sana que me permita vivir mejor. Aquí entusiasmado ante tanta belleza contemporánea, allá amañado con el lento peregrinar de mi pueblo amado hacia el desarrollo verdadero.
Si algún día Dios me pusiera a escoger el fin de mi destino, le diría sin ponerme colorado que renuncio a las luces de neón, a la sonrisa fría de una mole empotrada y adornada por azules espejos y me quedo con la humana choza alumbrada por la luna y abanicada por la brisa marina del entorno que te hace esperar la muerte, como la silenciosa de los alcatraces que se vuelven cenizas en una apacible playa…
Turbeño 100%… con cariño se las dejo ahí… Roco…