OPINIÓN | EDUARDO ZAMBRANO
Abogado, líder político y social
Tengo que decir que nací hombre y eso ha marcado mi existencia.
Si hubiera nacido mujer sería una negrota buena gente, amable, servicial, estudiosa, generosa, trabajadora y responsable, pero tengo que pedir perdón por ser hombre y mi esencia es ser egocéntrico, tranquilo, demasiado tranquilo, relajado, amable cuando me da la gana o cuando me conviene.
A los hombres nos es muy difícil cerrar ciclos, todas las puertas las queremos dejar abiertas y siempre dejamos un zapato en la puerta para ver si podemos a veces devolvernos.
Afortunadamente las mujeres nos tiran la puerta en la cara, aunque somos tan descarados que se lo reprochamos así seamos nosotros los responsables.
Los hombres siempre nos hacemos las víctimas y hay que nos de una gripita, exigimos que nuestras mujeres, compañeras y novias nos consientan las 24 horas.
Si a nuestras mujeres le coquetean ellas son las responsables, si ellas coquetean peor, en cambio, si nosotros coqueteamos ellas también son culpables. Los hombres somos visuales, todo nos entra por los ojos, todo lo queremos ver, especialmente si son otras mujeres. Somos tan voyeristas que así nuestra mujer sea la más hermosa y pase al lado una feita, igual tenemos que mirar. Los hombres somos unos enfermos.
Las mujeres son auditivas, les gusta escuchar que son bonitas, que las queremos y los hombres después del primer mes de noviazgo, entramos en modo ahorro de palabras. No queremos hablar de nada de lo nuestro, tampoco de los problemas de las mujeres, solo queremos escuchar que nos aman y que sin nosotros se morirían.
Cuando estamos ahorrando palabras nos creemos adivinos de la mente, estamos tan mal que queremos adivinar lo que las mujeres piensan.
Somos celosos y tenemos el derecho a serlo, celosos por sospecha, pero ¡ay! que las mujeres nos digan algo, la respuesta es la típica de los hombres: no aceptamos el más mínimo reclamo y acudimos a la grosería.
Tengo una hija mujer que ya tiene novio y el muchacho parece hasta buen muchacho, pero es hombre y no me gusta, no lo quiero para mi niña. Sé quien es, lo conozco, es hombre y de esa especie no se puede esperar nada bueno.
Tengo dos hijos hombres y a Juan Manuel, se ven hasta tiernos, pero por ahí están unas niñas que aún no lo saben, pero lamentarán habérselos encontrado.
A Berónica, la mujer que amo, le pido perdón por ser hombre. A mi hija y a mi madre también debo ofrecer disculpas. A las mujeres que me tienen que soportar aun en pequeños tiempos y espacios, lo siento. Quisiera prometer que voy a cambiar, pero no lo sé, trataré de sacar ese lado femenino que a veces, de vez en cuando, me sale.
PERDÓN POR HACERTE DAÑO. TE AMO.